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domingo, 7 de noviembre de 2010

Radio Libertad

Radio Libertad llamando a todos los rincones, una guitarra en mano, con una voz fuerte a medio camino entre un chulo de barrio y un chulo de playa, se acuerda de su hermano que ya no está, de la vanguardia y la reivindicación, precursor de ese Mayo del 68 en que se quemaban los coches de los padres para luego subir a comer a casa servido por mayordomo.

Tiene algo su voz, es la de un ganador camino de la nostalgia, me intriga, se bebió la vida cogiendo trenes como quien coge la sal, se la jugó su primera mujer con un tío de la segunda, se llevo también el dinero. Pero en ese momento él todavía tenía una guitarra, tenía su voz que a pesar de los años seguía funcionando, chuleta, un gallo de corral.

Sé equivoco siendo un crio en París, podían haber cambiado mil cosas, podría haber sido ese cantante que no fue. Pero se cruzó ese amigo al que todos le queremos hacer siempre un favor. Es fácil imaginar la vida de un hijo de diplomático que huye de casa y se instala en Paris, pasea por las calles sin nada que comer, harto de privilegios anda con las manos en los bolsillos camino de ningún lado, se considera el último vanguardista con su guitarra, escuchando el Highway 61 de Dylan. No tiene nada allí y vive como si no supiese si se va a quedar un mes o dos años. Sin acumular nada, sabiendo que quizás aquel fuera su último dia allí, en esa buhardilla donde tanto frío hace.

Caminante son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.


Un coche rojo pequeño, lo único que le regaló en su vida, escuchando la vida de su padre mientras sigue cantando, emocionada y frágil, echando de menos a la persona que ya no es. Emocionada mientras cuenta su historia. Preocupada por su falta de ilusión, por la dureza de su trato. Queriendo tenerle más cerca, más dentro de su vida. Demasiado pequeña para haber pasado por lo que ha pasado, demasiado incluso para el más valiente. No siempre todo está de cara. Es algo más que admiración cuando habla de él, hasta cuando cuenta porque un día dejó de cantar. Eso también se lo quitaron. Preguntándose que hay de él en ella. De ese ganador solitario que en la última partida perdió. Destinos cruzados. Su madre se supo bajar de ese tren para darle una estabilidad a sus hijos, ella otra bohemia con dinero que después de huir de todo no quiere sino convertirse en una madre petit bourgeois, contraria a todo por lo que lucho, viviendo en sus hijos y queriendo que no cometan los errores que cometieron ellos. Ni un error más. Todo como il faut.

Cuantas cicatrices para esa niña tan pequeña que lo cuenta todo con admiración, con la admiración de quien no juzga sino que relata, sin engaños, comprendiendo que quizás los dos se equivocaron muchas veces pero sabiendo que ella es fruto de aquello. Yo con un arrepentimiento a medias en el cuerpo me encantaría abrazarla, para que no se sintiese tan sola en esa historia, para darle ese calor que muchas veces le ha faltado. Impresionado por su honestidad, su pequeña forma de vivir la vida, queriendo ser ella misma, buscar su sitio y sentirse cómoda. A su lado uno, de repente se siente pequeño, enano, y siente una enorme admiración por la mujer que tiene enfrente.

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