Etiquetas

Purismo (36) Poesía (33) 5 Navajos (27) Malditismo (21) Historia (19) Literatura (11) Estoril (10) Libros (9) Politica (8) Dandismo (7) Naturaleza (6) Guermantes (4) Madrid (3) Cuba Libre (2) Bibliotecas (1) Musica (1) Teatro (1)

domingo, 28 de noviembre de 2010

Reconstrucción

No estoy triste, quizás si lo esté. Estoy desolado, inhóspito y desierto. No me entiendo, es como si me hubiera despertado de haber estado hipnotizado y preguntase alrededor donde estoy y que ha pasado. Me han valido pocas conversaciones pero las suficientes para entender un par de cosas básicas. No me reconozco a mí mismo, es como si enfundado en un traje de arrogancia, de seguridad, una coraza que me hacía no sentir hubiese funcionado en todo momento, sin ser yo. Pero ahora despierto de un sueño, como si llevase meses dormidos, como si llevase meses desconectado de mi mismo. No lo entiendo, no me entiendo.

Miro a mi lado y no está, se ha ido, la he echado dejándola ir. Quedándome dormido mientras ella recogía sus cosas entre lagrimas. Intento recomponer la situación sin ser capaz de entenderme, que me ha pasado. Me gustaba tanto que siempre pensé que estaría ahí, veía imposible que no estuviera. Y yo huyendo, de no se sabe muy bien qué, quizás de mis miedos, de mis sombras, de mi vida. Repaso mis conversaciones con ella, todas impregnadas de sentencias mías, como dejándola en un lugar inferior, como si siempre tuviese yo la razón por el hecho de ser mayor. Sólo este fin de semana la escuche, porque tenía todo el sentido del mundo lo que decía, porque me gustaba escucharla, porque mi conversación envenenada hacía que la boca se me quedase seca. Me da un escalofrío. Con lo que me costó conseguir una segunda oportunidad.

La primera mujer en años de la que me enamoro, la niña que sabia estar ahí a mi lado haciéndome creer en mí, la niña que me quería por lo que era, una persona con un mundo interior sensible, buscando llenarlo con otra persona, cariñosa, buena, una persona tan buena que solo daba ternura, una persona con la que podía hablar tantas horas como necesitase, que siempre se apuntó a mí plan y me abrió su corazón, alguien que no juzgó sino que intento entender, alguien a quien la palabra admiración se le queda pequeña. Y yo no la dejaba, no la dejaba. Y todo el juego que conseguí hacer fue hacerme el ofendido, como si ella me tuviese que dar alguna explicación, puro orgullo mío que a ningún lado llevó. Como si quisiera que ella me pidiese perdón para dejarla entrar, como si tuviese que entrar arrodillada ante mí, como si no fuese bastante que viniese a buscarme aquí y me diese otra oportunidad. Y yo la dejé marchar, la vi hacer sus maletas lentamente, delante mío, no me reconozco en esa persona. Yo la quería y la quiero con toda mi alma, era lo mejor que me había pasado en años, esa oportunidad de empezar de cero con alguien, lo estropeé la primera vez, me arrepentí y la pedí perdón, me costó meses convencerla, meses de aviones, llamadas, cartas y blogs, al final ella me dio otra oportunidad. Que también desaproveche, enfermo de mí. Ahora consciente de la barbaridad que cometí me miro al espejo preguntándome quién soy yo, qué clase de enfermo idiota haría por segunda vez lo mismo. Nadie. No hay consuelo, porque no hay explicación.

Hablo con ella por teléfono, la busco en una fiesta hasta que veo sus labios rojos, salgó de esa conversación convencido de que tengo que volver a ser yo mismo para poderla querer, me convenzo de mi capacidad para reconquistarla y para hacerla la mujer más feliz del mundo, sé que es algo que sé hacer, me animo y de pronto recupero fuerzas, el amor es algo insalvable, pero entonces mientras los días pasan va cayendo sobre mí la realidad de nuestras conversaciones, va cayendo sobre mí los recuerdos, y por primera vez la entiendo a ella. A la mujer que me estuvo esperando pacientemente a que la dejase entrar, a que la escuchara y a que la amara. La vuelvo a ver y ahora yo, desnudo, después de mucho tiempo comprendo mi enfermedad. Comprendo sus palabras a las que ahora no me cabe sino asentir. Ella se hubiese conformado con la coraza pero ni eso le pude dar. Mi ego, mi soberbia me lo impedían.

Miro alrededor mío como si todo me fuese ajeno, como si hubiese llegado aquí y no supiese lo que tengo que hacer. La ropa no me sienta bien, es como si no fuese mía, como si fuera prestada, me entran ganas de quemar mi cuarto, y luego limpiarlo y vaciarlo. No puedo convivir con esa losa.

Porque lo cierto es que la quiero, que cada vez que la veo me recuerda más a la persona a la que me gustaría parecerme, a la que me gustaría abrazar y con la que me gustaría compartir mi vida, con la que me gustaría ser uno solo, la musa que busqué, con la que me gustaría llorar y reír, quiero vivir en ella, quiero que viva en mi, quiero que sea mi amante, mi vida, mi compañera de viaje, mi luz y mi sombra.

Dios me dio talentos que jamás aproveche, hasta ahora pensé que eran otros, hoy me doy cuenta de que no sé amar. Todo lo que pido y exijo a cambio de lo poco que doy, de tantas cosas que no funcionan dentro de mí qué me dan miedo. Me doy cuenta hoy, solo en esta habitación, meses tarde. El tiempo siempre pasa factura, el tiempo es la materia de la vida, lo que rige nuestros sueños y nuestros destinos.

Cuanto me costará levantarme y cargar con la culpa de lo que pasó, mucho, si ayer pensaba que la reconquistaría, que volvería a ser mía, hoy no puedo sino pensar que no la merezco, que qué grande me viene, que no he sabido ni valorarla ni quererla. Y vuelvo a agachar la cabeza, porque la única palabra que me viene hoy a la boca es perdón. Palabra que nunca supe pronunciar y que explica demasiadas cosas. Y comprendo al ver la cama vacía que ella no volverá. Reconstrucción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario