Hasta ahí la historia de unos muros que tienen parte de una historia triste, porque la vida de Alfonso XIII es triste desde su concepción.
La corona española está diseñada con un perfil bajo, es una corona de polo Lacoste, que viste de sport y no de blazer. Eso lo tenía claro el rey y por eso mismo se arregló un chalet en el Pardo, para ser el primero entre iguales de la Florida y Somosaguas, una familia modélica a la que le van bien las cosas.
El palacio de la Magdalena tiene fantasmas, todo el mundo lo sabe a pesar de su reciente construcción, el fantasma de la desgracia de España, de lo que pudo haber sido y no fue. Es algo que por su historia debería de ser parte de Patrimonio Nacional, estaría decorado con toda esa cantidad de muebles que hay guardados en desvanes y que un día pertenecieron al ajuar del rey. Estaría abierto al público igual que lo está ahora, pero estaría al servicio del rey, que es para lo que los montañeses dieron su dinero. La universidad Menéndez Pelayo y los cursos de verano con los que se rellenan los periódicos vacios en verano seguirían teniendo cabida en otro de los muchos espacios públicos con que cuenta la ciudad, o en el mismo palacio. Con la diferencia de que algún miembro de la familia real podría alojarse en la única zona del norte de España que es todavía al 100% de su bandera.