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lunes, 15 de abril de 2013

El fin del malditismo en la M10


No sé en qué momento nos convertimos en malditos, puede que fuera cuando nos aburrimos de nosotros mismos, cuando mandamos a la mierda a nuestras novias de toda la vida o a lo mejor una crisis de los 25 crónica en que nos revelábamos a ponerle fin a nuestra juventud. Al final el malditismo fue la consecuencia lógica del desencanto. Cada uno se fue haciendo maldito a su manera. Como una coraza para no sufrir y sentir.

En el fondo fue un malditismo un poco patético, cantar de madrugada rememorando a Michi Panero no se puede definir como malditisimo. Como mucho un malditismo de la M10. El viaje más largo que hicimos debió de ser a Humera, para volver rápido a la cueva. No fuera a ser que nos pasara algo y la vida nos diese un par de lecciones. El malditismo se define como “que va contra las normas establecidas, especialmente en el mundo literario y artístico”. Al final todo lo contrario que nosotros que nunca hemos hecho nada autentico, siempre lo que se ha esperado de nosotros. Siempre hemos jugado por calle, sin pisar el rough o el bunker. Nuestra mayor licencia consistía en comprarnos, cada vez mas de ved en cuando, unas botas de terciopelo. Como si nos creyésemos Oscar Wilde. La excentricidad no puede consistir en llevar pantalones blancos, usar pajarita en las bodas y escribir una vez al mes en un blog. Tampoco en citar a Compagon para escandalizar a cuatro niñatas de chamberi.

El malditismo de la M10 se podría definir en varias frases. La principal sería “nuevos planes, idénticas estrategias” como definición de unos años vividos a quemarropa en que el resultado siempre ha sido parecido. “A rey muerto, rey puesto” como definición de la clásica actitud de nuestros “fantasmas” (exnovias) y la sensación que provoca en nosotros entrar en cualquier discoteca. “El perro del hortelano” como definición de nuestra actitud hacia esos mismos fantasmas, “siempre es su culpa”, “no entienden nada”, “no se han enterado de la película”, “en el fondo no me quería”.

Siempre hay alguna excusa que reafirme nuestros propios fracasos y nuestros propios miedos. Pero lo que más define nuestro malditismo es ver la vida como un fin de semana, la autentica "montaña rusa". Los jueves tienes una alegría inmensa, te crees guapo y divertido, te sumerges en un tobogán de copas, mujeres y cachondeo que te acaba dejando el domingo en un sofá con una mantita, pensando que no eres ni tan guapo ni tan divertido. Una autentica “montaña rusa” que acaba siempre en el “bar de Taiwan”, que es el bar en que piensas que te encontraras de repente con 40 años y te acuerdas arrepentido de todas las mujeres maravillosas que pasaron por tu vida y que desaparecieron.

Lo malo de la montaña rusa es que lo que antes eran fines de semana son ahora estaciones, ahora hibernamos, intentando que el invierno pase por nosotros sin dejar mucha huella. Hace mucho frio y no tenemos ni un jersey que ponernos. Para que vuelva el buen tiempo y te creas inmortal. Capaz de volar y ser libre. Para que el otoño te devuelva a tu realidad y al “dolor de herida”, ese dolor que uno siente cuando ve que tras la batalla nada ha quedado en claro. Por último dentro del malditismo está el concepto del "follapijas". Ese tío que liga ahora con tus fantasmas y que sencillamente te repatea porque es exactamente todo lo contrario a ti. Como si ellas cansadas de tus elevaciones y tu forma tan autentica de ver la vida se conformasen ahora con cenar japonés y ver películas de Woody Allen.

En la vida se puede ser plomo o corcho. Los plomos te hunden y te arrastran hacia abajo. Los corchos son la gente que su sola presencia te eleva. Porque todos podemos ser plomos o corchos. Creo que el malditismo ha sido una época de reafirmación que deja más cadáveres de los que nos habría gustado. Algo por lo que había que pasar para comprender que no quieres vivir ahí. Aunque haya sido como meter el pie en una piscina. Nunca nos tiramos de cabeza. Menos mal. Quizás este post se deba a que por fin se ha acabado este invierno tan largo. O quizás sea que por fin has decidido dar un paso adelante, comprender tus limitaciones y empezar una etapa más Hemingway, más estable en la que poder disfrutar de un ron con mucho hielo, hablar de literatura y ver sobre todo a la gente que mas quieres. Escribir el poema IF de Kiplyng y creer que lo estas logrando. “If you can meet with triumph and disaster and treat those two imposters just the same”. Buscar un equilibrio. Disfrutar al final de tu realidad y circunstancia intentando no hacer daño. Amar y dejar que nos amen. En definitiva, VIVIR y mirar las estrellas.

"We are all in the gutter, but some of us are looking at the stars"

lunes, 8 de abril de 2013

Dilema del erizo

Como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor. El resultado fue, ya lo sabéis, como en los erizos.

¿Qué queda de las alegrías y penas del amor cuando éste desaparece? Nada, o peor que nada; queda el recuerdo de un olvido. Y menos mal cuando no lo punza la sombra de aquellas espinas; de aquellas espinas, ya sabéis.
Las siguientes páginas son el recuerdo de un olvido.

Luis Cernuda - Donde habite el olvido, 1932



Cuando me quiero explicar
mis demonios se ponen groseros,
me insultan y entonces me entran las dudas
y le echo la culpa a mi género, y a correr.
Y si surgen preguntas pues dejo que surjan
en su esplendor y estupidez.

Viví, sufrí y amé,
vale, y ¿ahora qué?

Las Inmensas Preguntas - Nacho Vegas

lunes, 1 de abril de 2013

Leaving Las Vegas


La imagen más mítica es la de Robert de Niro en la película de Casino, todos nos imaginamos a Sharon Stone tirando las dados con un vestido que es puro brillo, pero la realidad de Vegas está mas cerca de Nicolas Cage en Leaving Las Vegas, personaje que llega a la ciudad para dejarse morir. Yo no pude si no acordarme de Michi Panero, su malditismo y su lema de que “en la vida se puede ser de todo menos un coñazo” le iría como anillo al dedo.

La vida tiene mucho que ver con el black jack, en teoría hay que jugar siempre por el libro. Las Vegas es el templo de peregrinación occidental y como si fuese una religión hay que llegar con el guión aprendido. No sabemos si existe el libro pero se da por hecho que hay que llevarlo leído. Es el dogma en la mesa. El libro cuenta que la carta de debajo del croupier es siempre un mono, por lo que uno está obligado a pedir carta siempre que tenga una puntuación mas baja que la suya.

Y eso requiere muchas veces fe, fe de verdad porque uno está contento con su 16 y tiene que pedir carta. El pulso se te dispara hasta limites insospechados y cuando te pasas te acuerdas del libro y del gran bastardo que lo escribió. Pero el libro es el libro. Si no juegas por el no te puedes sentar en la mesa. El libro te recuerda a todas las decisiones que has tomado en una pelea constante por el sistema y que tus amigos te han resumido en un “la vida es así”.

El black jack tiene mucho en común con la vida, uno va poco a poco amasando fichas, según te van saliendo cartas te vas sintiendo cómodo, disfrutas, comentas, una propina, te pegas cualquier capricho, en parte te sientes inmortal, crees que las cartas te van entrando porque debe de ser así, estas haciendo lo correcto y es justo tener una recompensa. Y de repente se te da la vuelta, el croupier cambia y empieza a sacar 21, uno tras otro, de refilón como quien no quiere la cosa, sigues pensando que quien aguanta vence, sacas tu lado estoico y cuando se han esfumado tus ganancias, que era tu limite para levantarte de la mesa cambias 200 dólares mas para darte la oportunidad de remontar.

Cuando los has perdido en cuatro manos comprendes que es hora de retirarte, son más de las diez de la mañana y el sol hace tiempo que ha salido, un matrimonio de Milwaukee se deja ver por el lobby recién levantados, tu decides que la magia se ha esfumado y como vampiro no puedes sino retirarte, ha aparecido el desencanto. Enfilas el ascensor a tu habitación como si fueras el poema de Jaime Gil de Biedma
Si no fueses tan puta! / Y si yo supiese, hace ya tiempo, / que tú eres fuerte cuando yo soy débil / y que eres débil cuando me enfurezco... /A duras penas te llevaré a la cama, / como quien va al infierno / para dormir contigo. / Muriendo a cada paso de impotencia, / tropezando con muebles / a tientas, cruzaremos el piso / torpemente abrazados, vacilando / de alcohol y de sollozos reprimidos. / Oh innoble servidumbre de amar seres humanos, / y la más innoble/ que es amarse a sí mismo!

La vida es como el jack black no eres ni tan guapo y divertido como cuando estás ganando, ni tan maldito como cuando pierdes.