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martes, 30 de noviembre de 2010

San Andrés

Hace frio en Woodfall, estoy escuchando una canción de Lennon en que reniega de las cosas en las que ha creído, comprendo que no te puedo llamar, así que tecleo, me gustaría contarte quien ha estado por casa, minucias, el frio que hace aquí, los libros que se amontonan en el otro lado de la cama, como si en vez de vivir en una cama de matrimonio viviese en una de uno diez, sin poderme mover porque sé que al otro lado están los diarios de Morla Lynch, las obras completas de Garcia Montero y una biografía de Sabina, me gustaría leerte cuando Montero dice eso de

Igual que quemaduras debajo de los dedos,
en un segundo plano
seguiremos presentes y esperando
ese momento exacto del náufrago en la orilla,
cuando al salir del mar
me escribas en la arena:
«Sé que el amor existe,
pero no sé dónde lo aprendí»

porque de Luis cualquier verso me sirve, en cualquiera de ellos he vivido y cualquiera te podría recitar, recordándote aquí bajo mi edredón, recordando cuando en JV te leia sus versos con la luz que daba un móvil, todavía noqueado por esos que me golpeaban como si no hubiese alternativa, como si tuviese que vivir entre las murallas que había levantado.

Miento, me gustaría llamarte y decirte que por kings road he visto una cheeta cruzar por un paso de cebra, preciosa, con una piel brillante y paso lento. Y luego me he cruzado con un par de espiritus de camino al trabajo, pero no me ha importado, les he mirado a los ojos fijamente, era de madrugada y hacia mucha frío, pero en mis ojos no había nada que perder, asi que les aguante la mirada, mientras que ellos con la cara palida la acabaron bajando. Era víspera de San Andres.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Reconstrucción

No estoy triste, quizás si lo esté. Estoy desolado, inhóspito y desierto. No me entiendo, es como si me hubiera despertado de haber estado hipnotizado y preguntase alrededor donde estoy y que ha pasado. Me han valido pocas conversaciones pero las suficientes para entender un par de cosas básicas. No me reconozco a mí mismo, es como si enfundado en un traje de arrogancia, de seguridad, una coraza que me hacía no sentir hubiese funcionado en todo momento, sin ser yo. Pero ahora despierto de un sueño, como si llevase meses dormidos, como si llevase meses desconectado de mi mismo. No lo entiendo, no me entiendo.

Miro a mi lado y no está, se ha ido, la he echado dejándola ir. Quedándome dormido mientras ella recogía sus cosas entre lagrimas. Intento recomponer la situación sin ser capaz de entenderme, que me ha pasado. Me gustaba tanto que siempre pensé que estaría ahí, veía imposible que no estuviera. Y yo huyendo, de no se sabe muy bien qué, quizás de mis miedos, de mis sombras, de mi vida. Repaso mis conversaciones con ella, todas impregnadas de sentencias mías, como dejándola en un lugar inferior, como si siempre tuviese yo la razón por el hecho de ser mayor. Sólo este fin de semana la escuche, porque tenía todo el sentido del mundo lo que decía, porque me gustaba escucharla, porque mi conversación envenenada hacía que la boca se me quedase seca. Me da un escalofrío. Con lo que me costó conseguir una segunda oportunidad.

La primera mujer en años de la que me enamoro, la niña que sabia estar ahí a mi lado haciéndome creer en mí, la niña que me quería por lo que era, una persona con un mundo interior sensible, buscando llenarlo con otra persona, cariñosa, buena, una persona tan buena que solo daba ternura, una persona con la que podía hablar tantas horas como necesitase, que siempre se apuntó a mí plan y me abrió su corazón, alguien que no juzgó sino que intento entender, alguien a quien la palabra admiración se le queda pequeña. Y yo no la dejaba, no la dejaba. Y todo el juego que conseguí hacer fue hacerme el ofendido, como si ella me tuviese que dar alguna explicación, puro orgullo mío que a ningún lado llevó. Como si quisiera que ella me pidiese perdón para dejarla entrar, como si tuviese que entrar arrodillada ante mí, como si no fuese bastante que viniese a buscarme aquí y me diese otra oportunidad. Y yo la dejé marchar, la vi hacer sus maletas lentamente, delante mío, no me reconozco en esa persona. Yo la quería y la quiero con toda mi alma, era lo mejor que me había pasado en años, esa oportunidad de empezar de cero con alguien, lo estropeé la primera vez, me arrepentí y la pedí perdón, me costó meses convencerla, meses de aviones, llamadas, cartas y blogs, al final ella me dio otra oportunidad. Que también desaproveche, enfermo de mí. Ahora consciente de la barbaridad que cometí me miro al espejo preguntándome quién soy yo, qué clase de enfermo idiota haría por segunda vez lo mismo. Nadie. No hay consuelo, porque no hay explicación.

Hablo con ella por teléfono, la busco en una fiesta hasta que veo sus labios rojos, salgó de esa conversación convencido de que tengo que volver a ser yo mismo para poderla querer, me convenzo de mi capacidad para reconquistarla y para hacerla la mujer más feliz del mundo, sé que es algo que sé hacer, me animo y de pronto recupero fuerzas, el amor es algo insalvable, pero entonces mientras los días pasan va cayendo sobre mí la realidad de nuestras conversaciones, va cayendo sobre mí los recuerdos, y por primera vez la entiendo a ella. A la mujer que me estuvo esperando pacientemente a que la dejase entrar, a que la escuchara y a que la amara. La vuelvo a ver y ahora yo, desnudo, después de mucho tiempo comprendo mi enfermedad. Comprendo sus palabras a las que ahora no me cabe sino asentir. Ella se hubiese conformado con la coraza pero ni eso le pude dar. Mi ego, mi soberbia me lo impedían.

Miro alrededor mío como si todo me fuese ajeno, como si hubiese llegado aquí y no supiese lo que tengo que hacer. La ropa no me sienta bien, es como si no fuese mía, como si fuera prestada, me entran ganas de quemar mi cuarto, y luego limpiarlo y vaciarlo. No puedo convivir con esa losa.

Porque lo cierto es que la quiero, que cada vez que la veo me recuerda más a la persona a la que me gustaría parecerme, a la que me gustaría abrazar y con la que me gustaría compartir mi vida, con la que me gustaría ser uno solo, la musa que busqué, con la que me gustaría llorar y reír, quiero vivir en ella, quiero que viva en mi, quiero que sea mi amante, mi vida, mi compañera de viaje, mi luz y mi sombra.

Dios me dio talentos que jamás aproveche, hasta ahora pensé que eran otros, hoy me doy cuenta de que no sé amar. Todo lo que pido y exijo a cambio de lo poco que doy, de tantas cosas que no funcionan dentro de mí qué me dan miedo. Me doy cuenta hoy, solo en esta habitación, meses tarde. El tiempo siempre pasa factura, el tiempo es la materia de la vida, lo que rige nuestros sueños y nuestros destinos.

Cuanto me costará levantarme y cargar con la culpa de lo que pasó, mucho, si ayer pensaba que la reconquistaría, que volvería a ser mía, hoy no puedo sino pensar que no la merezco, que qué grande me viene, que no he sabido ni valorarla ni quererla. Y vuelvo a agachar la cabeza, porque la única palabra que me viene hoy a la boca es perdón. Palabra que nunca supe pronunciar y que explica demasiadas cosas. Y comprendo al ver la cama vacía que ella no volverá. Reconstrucción.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Radio Libertad

Radio Libertad llamando a todos los rincones, una guitarra en mano, con una voz fuerte a medio camino entre un chulo de barrio y un chulo de playa, se acuerda de su hermano que ya no está, de la vanguardia y la reivindicación, precursor de ese Mayo del 68 en que se quemaban los coches de los padres para luego subir a comer a casa servido por mayordomo.

Tiene algo su voz, es la de un ganador camino de la nostalgia, me intriga, se bebió la vida cogiendo trenes como quien coge la sal, se la jugó su primera mujer con un tío de la segunda, se llevo también el dinero. Pero en ese momento él todavía tenía una guitarra, tenía su voz que a pesar de los años seguía funcionando, chuleta, un gallo de corral.

Sé equivoco siendo un crio en París, podían haber cambiado mil cosas, podría haber sido ese cantante que no fue. Pero se cruzó ese amigo al que todos le queremos hacer siempre un favor. Es fácil imaginar la vida de un hijo de diplomático que huye de casa y se instala en Paris, pasea por las calles sin nada que comer, harto de privilegios anda con las manos en los bolsillos camino de ningún lado, se considera el último vanguardista con su guitarra, escuchando el Highway 61 de Dylan. No tiene nada allí y vive como si no supiese si se va a quedar un mes o dos años. Sin acumular nada, sabiendo que quizás aquel fuera su último dia allí, en esa buhardilla donde tanto frío hace.

Caminante son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.


Un coche rojo pequeño, lo único que le regaló en su vida, escuchando la vida de su padre mientras sigue cantando, emocionada y frágil, echando de menos a la persona que ya no es. Emocionada mientras cuenta su historia. Preocupada por su falta de ilusión, por la dureza de su trato. Queriendo tenerle más cerca, más dentro de su vida. Demasiado pequeña para haber pasado por lo que ha pasado, demasiado incluso para el más valiente. No siempre todo está de cara. Es algo más que admiración cuando habla de él, hasta cuando cuenta porque un día dejó de cantar. Eso también se lo quitaron. Preguntándose que hay de él en ella. De ese ganador solitario que en la última partida perdió. Destinos cruzados. Su madre se supo bajar de ese tren para darle una estabilidad a sus hijos, ella otra bohemia con dinero que después de huir de todo no quiere sino convertirse en una madre petit bourgeois, contraria a todo por lo que lucho, viviendo en sus hijos y queriendo que no cometan los errores que cometieron ellos. Ni un error más. Todo como il faut.

Cuantas cicatrices para esa niña tan pequeña que lo cuenta todo con admiración, con la admiración de quien no juzga sino que relata, sin engaños, comprendiendo que quizás los dos se equivocaron muchas veces pero sabiendo que ella es fruto de aquello. Yo con un arrepentimiento a medias en el cuerpo me encantaría abrazarla, para que no se sintiese tan sola en esa historia, para darle ese calor que muchas veces le ha faltado. Impresionado por su honestidad, su pequeña forma de vivir la vida, queriendo ser ella misma, buscar su sitio y sentirse cómoda. A su lado uno, de repente se siente pequeño, enano, y siente una enorme admiración por la mujer que tiene enfrente.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Declaración de Intenciones

Años siendo una sombra, años sin encontrarte, regodeandote en uno mismo, dejandote arrastrar por la corriente sin ser capaz de vivir tu vida. Viviendo la de los demás sin ser capaz de vivir la tuya, la cantidad de gente que habrá pasado sin haberles dado una oportunidad. Como si estuvieras de retirada en una escapada que no sabes donde lleva. Años perdidos.

Hasta que alguien te lo explica, que haces idiota, te lo habían dicho mil veces incluso pensabas que ese abismo podía tener su aquel, vivir como un personaje de novela, la verdadera bohemia es la soledad, la del hombre solitario que vive en sus sombras.

Ni un día más.

Tienes mucha razón en lo que dices, aunque siempre haya matices, y des cosas por sentadas. Pero no quiero discutir de eso, ahora mismo tengo dos objetivos en mi vida, dos objetivos que son uno mismo, encontrarme a mi y encontrarte a ti, porque una cosa es la otra, sin tu ayuda no me puedo encontrar conmigo mismo, sin encontrarme conmigo entiendo que quieras pasar pagina. Ni un día mas de frío. No quiero que te escapes, quiero vivir en ti, quiero vivas en mi, quiero que seas mi amante, mi vida, mi compañera de viaje, mi luz y mi sombra.

Se acabaron las escapadas, las escusas, la falta de confianza, quiero vaciarme en ti, jugarmela aunque sepa que me puedo matar. Muero por ti. De que vale esta vida si no voy a vivirla, y de que vale si no es contigo.

martes, 2 de noviembre de 2010

Aeropuerto

Un aeropuerto medio lleno. Todavia es de noche cuando salgo de casa. Hace un poco de frio y no hay nadie en la calle, subo a un taxi que me dirige hacia allá. Madrid va quedando por la ventanilla. Calles y recuerdos, te acuerdas de tu ultimo amor alli. De cuando os empezasteis a enamorar, de esas primeras quedadas en que nervioso tenias que manejar la conversacion, de esos primeros besos en que pensabas que eras alguien especial, se te revolotea el estomago como si aquello hubiese pasado ayer. Paso hace casi un año pero podia haber sido este fin de semana. Piensas en porque nunca fue capaz de contestarte a ninguna carta. Asi es el hombre, amontonando dias sobre sus sombras. No lo elije él, le viene dado. Madrid está bonito, con sus calles en perspectiva, sus cuestas arriba y una calle que seguro que antes era un bulevar, oscuro y solitario.




Ahora mismo no tengo patria, divago entre dos capitales donde tengo media vida en cada una. Mi casa, si es que tengo algo parecido, esta mas alla que aca. Solitario como solo yo se estarlo. Protegiendome de un mundo que cuanto mas descubro menos me gusta, menos me identifico con el. Y pensar en todos los dias tristes que me quedan. Se me hace bola solo de pensarlo. En dias como estos pienso que si la juventud es donde se aprende a ser mayor yo desde luego me he perdido algo, hay una parte que no me la enseñaron tambien. O quizas sea este aeropuerto y la cola de embarque. Lleno de gente gris con miedo por saber si va hacia su destino. Grandiosa palabra para ser un martes. Solo deberiamos de hablar de destinos a finales de mes. Antes deberia de estar prohibido.


(originalmente publicado el 8 de Noviembre de 2010)