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viernes, 25 de mayo de 2012

La biblioteca de Groussay



Siempre he sentido curiosidad por las bibliotecas, son el refugio de los solitarios, el espacio de una casa donde te gustaría perderte, el único diseñado para  reflexionar. Quizás también es donde mejor se mide quien es realmente esa persona, sus gustos, sus aficiones, si es un lector activo o es una biblioteca heredada, si es pura decoración en forma de un salón más. Quizás también por eso me fascina la figura de Montaigne y su torre, su infinita curiosidad y el embrujo que todavía causan sus reflexiones. Sus vigas pintadas de citas latinas.

La foto de arriba es del Chateau de Groussay, de la biblioteca de Carlos Beistegui. Otro solitario, personaje extremadamente curioso del siglo XX que aunque dio las mejores fiestas vivió y murió completamente sólo. Vilallonga lo maltrata tanto en sus memorias como en algún artículo de La Vanguardia:

"En 1939 Beistegui adquirió Groussay, en Montfort-L’Amaury, y estuvo amueblándolo y redecorándolo hasta el día de su muerte. “El dinero da lustre a la mediocridad”, ha escrito Oscar Wilde. Como otros grandes rastacueros de su época —Arturo López Willshaw, el rey chileno del guano, y Antenor Patiño, que vivía del sudor de sus mineros—, Beistegui pretendía recrear a su alrededor todo lo que envidiaba a los que habían nacido con un pasado cargado de nobles ancestros. Es cierto que poseía magníficos muebles, pero casi todos eran copias de los originales que, por hallarse en museos o palacios reales, no le había sido posible adquirir. Cuando puso en venta el palacio Labia con todo su contenido, en Venecia, resultó que, salvo los frescos pintados por Tiepolo, todo el resto era falso. Todo magnífico, todo precioso, pero todo falso.”

Personalmente me habría encantado conocer esa biblioteca, desgraciadamente se subastó todo en 1999...

2 comentarios:

  1. La primera foto es como un imán. ¡Lo que daría por sentarme ahí un rato y husmear!

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  2. Curioso... Cuanto nos afanamos por atesorar y al final para nada. Como bien contestó Julio Lobo al Comandante que invadía su despacho personal: "desnudo llegue a este mundo y desnudo me marcharé".

    Estas bibliotecas son como esos santuarios que encuentras en Roma, cargados de tesoros. Solo una diferencia: las bibliotecas cuando mueren los que las reunieron... Se venden. Se subastan o se desmembran. Los santuarios se mantienen, recordándonos que por el que se montaron murió, pero también resucitó!

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