Etiquetas

Purismo (36) Poesía (33) 5 Navajos (27) Malditismo (21) Historia (19) Literatura (11) Estoril (10) Libros (9) Politica (8) Dandismo (7) Naturaleza (6) Guermantes (4) Madrid (3) Cuba Libre (2) Bibliotecas (1) Musica (1) Teatro (1)

sábado, 4 de diciembre de 2010

Gatsby

Y mientras me hallaba allí, reflexionando sobre el viejo y desconocido mundo, pensé en el asombro de Gatsby al advertir, por vez primera, la luz verde al final del malecón de Daisy. Había recorrido un largo camino para llegar a este verde césped, y su sueño debió parecerle tan próximo que no le sería imposible lograrlo… No sabía ya que estaba detrás de él… en alguna parte de aquella vasta oscuridad, más allá de la ciudad, donde los oscuros campos se desplegaban bajo las sombras de la noche.
Gatsby creía en la luz verde, el orgiástico futuro que, año tras año, aparece ante nosotros… Nos esquiva, pero no importa; mañana correremos más de prisa, abriremos los brazos, y… un buen día…
Y así vamos adelante, botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado.

Gatsby nunca se resignó, podía haberse retirado, podía haber encontrado algo diferente, pero él persistió, sabía lo que necesitaba y lo intento conseguir hasta el final. Su historia es triste, de amores perdidos y trenes que se fueron, lo tuvo en la mano y no lo consiguió. No era un llorón, era un ganador con las cosas demasiado claras, un solitario que poseía demasiadas cosas salvo la que de verdad necesitaba. Hay gente que no ve en él y en su mundo sino una recreación del dinero, del nuevo contra el viejo en los años veinte. Hay mucho mas ahí, existe la idea del destino, de amores imposibles y espinas clavadas, de esa figura de la que tanto se abusa de que un hombre no termina de serlo hasta que pierde al amor de su vida, de segundas oportunidades. Existe la idea de poder borrar un pasado, de reconvertirte en un hombre mejor.

Scott Fitzgerald siempre estuvo bajo la influencia de Zelda, ella fue la que le permitió acceder a un mundo que luego representa en la novela. Scott Fitzgerald vivió y murió por Zelda, intentaron pasarlo bien y seguir siempre bailando. Es una historia triste que en parte acaba mal. Toda la generación perdida estuvo bajo la influencia de sus musas, Hemingway por ejemplo no habría llegado nunca a España sin ellas.

Gatsby es el final de un sueño también. En Europa el fin de ciclo fue la primera guerra mundial, los últimos unicornios que murieron en las trincheras. En América fue la gran depresión el inicio del fin del sueño americano, y el gran Gatsby es la imagen perfecta de esa época, ese cuadro que representa tan bien la banalidad que te permite vivir una época de paz y tranquilidad. Algo demasiado parecido a nuestra juventud.

Y tiene que ver con nosotros, con alguien que llega tarde, transformado en otra persona, consciente de lo que tiene que hacer, expectante al otro lado de un lago, de saltos mortales y apuestas personales. Claro que no hay margaritas, ni risas en un local con murales de Mario Bros y David Bowie de fondo, ni un vestido blanco a rayas que estas estrenando. Ni un paseo en moto por Londres en que redescubres la inocencia de las pequeñas cosas. En que hay promesas entre risas más serias que un notario. Todo eso es nuestra intrahistoria, la de dos mortales que se buscan y se encuentran, que se equivocan y que aciertan. Que se arrepienten y perdonan. Que caminan en círculos sin que les importe lo que piensen de ellos.

Tiene que ver con una noche en Londres tan divertida que me parece un sueño, como no habíamos tenido nunca otra, quizás porque llegados a este punto sólo nos queda ser nosotros mismos, que me reconfirma que estoy en lo correcto, tan inesperada como única.

Todo esto es lo que me gustaría contarte al oído con la luz apagada mientras me enredo con tu pelo. O paseando por Londres un domingo de madrugada, sin nadie en la calle, a bajo cero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario