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miércoles, 18 de mayo de 2011

La fiesta de la democracia

Los cursis se refieren a las elecciones como la fiesta de la democracia, a pesar de llevar más de 35 años de democracia en España seguimos teniendo complejo democrático. Personalmente me enervan las elecciones, es un periodo de tiempo en que sale lo peor de la política a relucir con una puesta en escena que da miedo por no decir pena.

Quizás la democracia sea el sistema menos malo de gobierno, la única forma en que haya alternancia en el poder sin que haya sangre de por medio, la evolución histórica de occidente, o algo que forma parte de ese pensamiento políticamente correcto del yerno ideal. No la rebato, la acepto o apruebo igual que podemos aceptar o aprobar el conducir por la derecha o por la izquierda. Es algo que nos viene dado, pero democracia no es introducir un papel en una lista cada cuatro años.

De las libertades que tiene el hombre me parece la menos importante, es más, casi me parece un mal autoimpuesto. La libertad de propiedad me parece algo básico, la libertad de movimiento también, la de opinión importantísima. La libertad política no. O no me lo parece en la forma en que está puesta y establecida en España.

Los electores, que cursi suena, a grandes rasgos podría separar los siguientes tipos según su nivel de formación. El más bajo lo forma gente poco formada, sin estudios superiores y que básicamente se informa a través de la televisión. Es la concepción de la política como club de futbol, nosotros y ellos. Llevan votando a los mismos mucho tiempo y como mucho pueden llegar a abstenerse como voto de castigo. Este público no está relacionado con las clases sociales, los hay de derechas de izquierdas, ricos o pobres.

Por encima podíamos identificar al urbanita con un nivel de formación medio, medio en cuanto a mitad pero no en cuanto a calidad. Lee el periódico casi todos los días, tiene opinión para casi todo y escucha yendo al trabajo alguna tertulia de radio. Es algo que supera mis fuerzas, el periodismo desinformado, las tertulias de política en que da igual el tema del día, todo el mundo está dispuesto a dar su opinión y que esta sea válida. Aquí siempre hay joyas del tipo “la gente de la calle no entiende la decisión de los jueces” dando por sentado que los que no entienden absolutamente nada de derecho son ellos. Es el núcleo que se arroja el nosotros, “toda España piensa”, “la sociedad española”. Se creen cultos, leen un par de libros al año, autores fáciles para poder comentar en la cena de los viernes con los amigos. Completamente influidos por la opinión pública son incapaces de tener criterio propio y se limitan a repetir los argumentos de su medio de opinión favorito.

Por encima de esto hay un grupo mucho menos numeroso que son los que están de vuelta, les repatean los dos grupos anteriores y nunca entran en conversaciones sobre política, si lo hacen es desde el punto de son todos iguales o siempre como abogado del diablo. Dentro de este tipo hay de todo, desde intelectuales hasta socialistos que sólo quieren fastidiar a la suegra. Se caracterizan por un escepticismo hacía la clase política y las posibilidades que eso mismo ofrece.

¿Y donde está uno? En ningún sitio me temo, uno lo que ve es un país secuestrado por una opinión pública mediocre que lo único que quiere es tener a la gente tranquila para poder hacer y deshacer. Uno ve las mismas caras completamente inútiles todos los días en el poder, gente que no ha hecho nada en la vida salvo politiquear y que si algún día se retirase no tendría donde hacerlo. Sin idiomas, sin preparación, sin visión de nada. Uno ve que se ha montado un sistema autonómico que no tenemos dinero para pagar. Uno ve corrupción por absolutamente todos lados, uno ve una falta de calidad e independencia de la justicia, un sistema educativo pésimo, una hiperinflación acumulada causada por cobrar en pesetas y pagar en euros, un lugar de España en el mundo completamente ridículo.

Son todos males claros y fácilmente identificables, muchos consecuencia y origen de otros. Sé que soy pesimista, pero no veo una sola razón para el optimismo en un país en que está mal visto el merito y la inteligencia, donde no se premia el esfuerzo ni se castiga la corrupción. Un país en definitiva completamente a la deriva, secuestrado por lo políticamente correcto y sin que nadie sepa transmitir ganas de poderlo cambiar.

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