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viernes, 13 de enero de 2012

Luna llena

Paisaje del campo de Montiel
Una sartén ennegrecida encima de la lumbre en la que se está friendo cebolla, R. echa unos huevos y espera a que estén un poco hechos para revolverlos. Hoy no tocan gachas, ni galianos. R. empieza a hablar, de forma alegre, contando su historia sin ningún pudor, entró a trabajar ahí hace mas de 36 años para el abuelo del actual propietario, un terrateniente de la zona que pisaba aquello una vez cada cinco años, luego trabajó para el hijo, todo son palabras de respeto y cariño hacia ellos. Le han tratado bien, aunque la cocina en la que actualmente guisa es parecida a la de los santos inocentes, parece sacada de un paisaje de Delibes.

Mientras saca la  sartén del fuego y la pone sobre una mesa sigue contando que actualmente no hay mucha caza, el año que entro él a trabajar se mataron casi mil perdices, desde que se prohibió la estricnina ha ido bajando el numero, ahora entre urracas, zorros y demás alimañas es difícil que se maten más de 80.

Cuenta que tiene una hernia del tamaño de un puño, que no se quiere operar, que a su hermano mayor al operarle le mataron. Le operaron de la hernia, le devolvieron a su casa, paso muy mala noche y le llevaron de vuelta al hospital de Manzanares, de ahí lo sacó un sobrino y lo llevo al de Ciudad Real donde falleció, los médicos de Ciudad Real le dijeron que en Manzanares le estaban dejando morirse. Sin más, sin hacer juicios ni reproches, esa es su forma de entender la historia. Así que prefiere malvivir con su hernia.

El círculo que le rodea en torno a la sartén está en silencio, asiente como dándole la razón, dándole la oportunidad de seguir hablando, el tinto de Valdepeñas también le anima. Con los ahorros de toda su vida montó un bar en su pueblo hace doce años, entre Ciudad Real y Albacete, camino de ninguna parte. Invirtieron 20 millones de pesetas, de los que tenían ahorrados doce, los demás los pidieron en la sucursal de la caja de ahorros, en dos años lo habían repagado. Lo montaron en mitad del pueblo en lo que antiguamente era la casa de sus padres.

Abren de seis de la mañana a once de la noche, cerrando sábado tarde y domingo. Cuenta que trabajan sus dos chicos además de su mujer. Que ya no es lo de los últimos  años en que lo tenían abierto todo el día y no paraban de vender, actualmente venden 90 desayunos todas las mañanas. Además de sus dos hijos en el bar solían trabajar dos camareras a tiempo parcial, ahora y a pesar de la crisis no encuentran a nadie en el pueblo, la gente del pueblo prefiere cobrar el paro que trabajar detrás de la barra. Él no lo entiende, lleva trabajando todos los días del año desde que era un crio, no entiende la nueva época, en su vida siempre que ha comprado algo tenía el equivalente en el bolsillo.


Salimos del cortijo medio en ruinas ya de noche, la luna llena clarea las encinas. Camino a casa reflexionamos en voz alta sobre lo oído, ese campo español profundo que todavía subsiste pero al que le faltan voces.

2 comentarios:

  1. Gracias Nico por el choque de las realidades que parecen no existir y aunque parezca un arquetipo - es y existe -

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