Etiquetas

Purismo (36) Poesía (33) 5 Navajos (27) Malditismo (21) Historia (19) Literatura (11) Estoril (10) Libros (9) Politica (8) Dandismo (7) Naturaleza (6) Guermantes (4) Madrid (3) Cuba Libre (2) Bibliotecas (1) Musica (1) Teatro (1)

viernes, 19 de diciembre de 2014

2014 el año del Capitán Ahab



El año empezó con ese optimismo que solo tienen los incautos, pero cuando quise darme cuenta yo seguía bailando y hacia tiempo que no quedaba nadie en la calle. Hacia un frío intenso que removía las pocas hojas que quedaban en el suelo. En el horizonte un sol raquítico, no pude si no sentir mucho miedo.

Un miedo atroz que me consumió, que me devoró hasta dejarme tan perdido que no sabía volver a casa. Y eso me hizo volver a ti, al único hogar que he tenido. Volví como un vagabundo, con la ropa hecha jirones llamando a la puerta, pidiendo perdón y sin ser capaz de mirar a los ojos. Fui perdonado, volví a la felicidad de las noches eternas, y aquellos fueron sin lugar a duda los días más felices, mientras afuera el invierno se mezclaba con la primavera, las nieves perpetuas se retranqueaban y las glicineas nos daba esa ilusión del mañana.

Pero la tormenta llego en cuanto la primavera dobló la esquina, las camelias lucían coquetas su esplendor, los mismos síntomas, los mismos mareos que te devolvían a tus infiernos, como si una furia dentro de ti fuera dominándote hasta llegar a ese punto en que el vértigo es seguir haciendo lo mismo. Un vértigo que te consume, que te golpea sin descanso, que se apropia de ti y te bloquea. Un dolor intenso de cabeza donde lo único que puedes gritar es que por favor alguien pare el coche que necesitas bajarte.

Por entonces los días eran largos y las espigas lucían ya de un verde dorado, lo que no evitó que un silencio cubriese la bahía haciendo que mi larga lengua de mar lo invadiese todo. Fue el principio de mi tormento, que descendió cubriendo las montañas otra vez de un azul oscuro. Sin salvavidas,  sin un mísero cabo al que aferrarme, está vez no podía si no enfrentarme a mi propio monstruo, a mi propio yo. 

Milagrosamente Venecia salvó mi tormento, como único canal de comunicación con un mundo que me era ajeno, las conversaciones, nada de lo que sucedía a mi alrededor me afectaba. Venecia y la perspectiva de sus canales. Imaginaba góndolas atadas en un embarcadero de un palacio renacentista, con un pequeño vaivén que me permitía conciliar el sueño, aquello fue la morfina que templó mi sino. La perspectiva de que todo es temporal y relativo, y que con el tiempo podría curarme. Las olas no eran si no una forma de tranquilizarme mientras solo podía recordar lo sucedido.

Inesperadamente el otoño doblo esquina trayendo esperanza. Con las primeras lluvias conseguí volver a sonreír. Un equilibrio basado en el cariño y el reencuentro, que proporcionó paz a un espíritu completamente maldito. Instantes fugaces de completa felicidad, la droga más potente para un adicto al dolor. Me devolvió a mi nube, a aquellos días en que pensé que era inmortal, sin fantasmas ni reproches, siendo tan puro como efímero, saboreando hasta la última gota de un placer que no era ya mío.

Ahora veo que aquello no era si no un sueño, todo ha pasado y el año se deshace lentamente entre las ultimas nieblas, sin fuerzas para salir de esta vieja chimenea, viviendo entre las ruinas de mi inteligencia, sin ganas de abrazar la mundanidad. 

Encaré 2014 buscando la cuadratura del circulo y lo cierro habiendo sido derrotado en todas las batallas, pero por triste que sean estas líneas, tengo la intuición, desde la experiencia que da el fracaso, de que como el Capitán Ahab volveré a surcar con mi corazón de madera los mares.


No hay comentarios:

Publicar un comentario