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sábado, 1 de octubre de 2011

El final de la escapada (I)


No era mi intención cuando empecé a escribir este blog hablar de política, no es un terreno que me importe en el corto plazo y polariza mucho a los lectores que no dejan de verlo como un Real Madrid – Barcelona, pero dado los últimos acontecimientos, ese final tan derrotista del personaje, esa omnipresencia de los medios de comunicación de la que es difícil huir y una crisis económica que te afecta en cada momento de tu vida empecé casi sólo a pensar en que emociones y sentimientos me producía el personaje. Lo que eran unas simples líneas se ha convertido en una serie de posts que iré colgando. 

Rodriguez Zapatero dejará la presidencia del gobierno el próximo 20 de Noviembre, a partir de ahí pasará a ser parte de la historia de España, no es previsible que vuelva a ocupar puestos de responsabilidad y todo anuncia a un retiro relativamente tranquilo. Seguramente será un buen ex-presidente, que intente ayudar dentro de sus posibilidades y a quien el ego no le hará intentar crearse un perfil intelectual e internacional al estilo Gonzalez o Aznar (puro tráfico de influencias).

A la hora de analizar el papel de Rodriguez Zapatero en la política española creo que hay que analizar en perspectiva al personaje. Por lo menos en la perspectiva dentro de ésta segunda restauración española (1975-2011). Porque pocas personas definen mejor el punto de no retorno al que ha llegado España como el personaje que lo ha gobernado durante ocho años. 

Me refiero a que Rodriguez Zapatero no es culpable de la mayoría de cosas de la que se le acusa. La imagen que ha transmitido estos 11 años de actividad pública me parece bastante sincera. Rodriguez se ha caracterizado por ser una persona no especialmente formada (carrera de derecho en León, sin experiencia profesional ajena al partido y sin idiomas), de buenas formas, no excesivamente trabajadora ni con especiales ganas por desarrollar sus capacidades. Ha sido el sueño español en primera persona, el claro ejemplo de que cualquiera con suerte puede llegar a lo más alto. Primero se asciende en el partido, luego por puro juego de poder llega a presidente de gobierno. 

Es curioso imaginar a una persona parecida, un hermano gemelo imaginario, en una empresa privada, donde el mérito (no siempre pero en gran medida) pone las cosas en su sitio, y dónde no es difícil imaginar o prever una trayectoria completamente desapercibida, en su defensa decir que seguramente sería el compañero de trabajo que más simpatías habría generado, ese de quien te acuerdas al cabo de los años. 

Para mi ésta es su gran disculpa, él ha resultado ser el presidente de un país donde el talento, el esfuerzo, la capacidad intelectual no está recompensado en lo público e incluso está castigada. Ésta mediocracia no solamente se da en política sino que también se da en la llamada opinión pública. Basta oír una tertulia de la radio por la mañana, leer un periódico generalista o ver la televisión para comprobar el nivel intelectual y de formación de la denominada España oficial, donde cualquier persona puede opinar sin ningún requisito ni pudor.

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