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Tumba de Chateaubriand en Saint Malo |
“mi cuna tiene algo de mi tumba, mi tumba
algo de mi cuna”
Chateaubriand
fue escribiendo sus Memorias de Ultratumba a salto de mata, “en mis momentos de ventura, he tenido que
hablar de mis tiempos de miseria; en mis días de tribulación, describir mis
días de dicha”, es lo que le da ese toque tan nostálgico, el describir
cuando es embajador de Francia en Londres sus días de exiliado monárquico en la
revolución, en la misma ciudad que ahora recorre en carroza antes pedía limosna para comer. Cuando escribe sus días de traductor muerto de hambre es justo antes de dar una cena al duque de York en la embajada veinte años después, un caminar en círculos frente al destino.
Chateubriand
fue uno de los pocos personajes que conoció personalmente tanto a Napoleón
Bonaparte como a George Washington. Al primero lo conoció, trato, repudió y admiró durante muchos años (su segundo volumen de las memorias está prácticamente dedicado a él) y al segundo lo
conoció en Filadelfia en 1791 cuando recorría Norteamérica exiliado.
Se presentó en su casa, la describe sencilla, sin pretensiones ni guardas en
la puerta, una criada le abrió y le hizo pasar a una estancia donde apareció el
Presidente, Chateaubriand le entregó la carta de recomendación firmada por el
Coronel Armand (el marques de Roüerie) y le invitó a comer al día siguiente. Se
habló de la revolución en la comida, Chateaubriand que sabía que esa orgia de sangre no era tan idílica no indica si dio su opinión. Es un vacío en sus memorias, despotrica contra los que veían en la revolución un nuevo paradigma, pero no escribe que es lo que le contó a GW. En ese momento él no era sino un exiliado de segunda y para cuando fue alguien Washington había muerto y no le recordaría, se lamenta en pura vanidad el autor.
Una vez narrado su encuentro se decide en el siguiente capitulo, capitulo VII, de las Memorias a hacer un análisis comparativo de las dos figuras,
está escrito en 1822, y modificado en 1830 y 1840. Es algo sobre lo que ha reflexionado mucho, es la historia de occidente en uno de sus puntos críticos, cuando todo pudo volver a empezar. Merece la pena reproducir sus lineas aunque sea de forma abreviado, creo que la lucidez del personaje queda sobradamente demostrada. Touché.
“Washington no pertenece como Bonaparte, a
esa raza que excede la estatura humana. Su persona no tiene nada de asombroso:
tampoco ha conocido un vasto teatro de acción: no ha tenido que enfrentarse con
los capitanes mas hábiles y los monarcas mas poderosos de su tiempo: no ha
corrido de Menfis a Viena, de Cádiz a Moscú: se defiende con un puñado de
ciudadanos en una tierra sin fama, en el estrecho circulo de los hogares domésticos…
Las acciones de Washington están rodeadas de
un cierto silencio; actúa con lentitud; diríase que se siente abrumado por la
libertad futura, y que teme comprometerla. No es su destino lo que dirige este
héroe de una especie nueva: es el de su país; no se permite jugar con lo que no
le pertenece; pero ¿qué luz va a brotar de esta profunda humildad? Id a ver los
bosques en que brilló la espada de Washington: ¿qué encontrareis en ellos?,
¿tumbas? ¡no; un mundo! Washington ha dejado los Estados Unidos como trofeo en
campo de batalla.
Bonaparte no posee ninguno de los rasgos de
este serio americano: combate con gran alharaca en una tierra antigua; solo
persigue crearse su propia fama; solo asume su propia suerte. Parece saber que
su misión será breve, que el torrente que desciende desde tanta altura pasará
rápido; se apresura a gozar y a abusar de su gloria, como si de una juventud
fugaz se tratara. Al igual que los dioses de Homero quiere llegar en dos
zancadas al confín del mundo. Hace acto de presencia en todas las costas, inscribe
precipitadamente su nombre en los anales de todos los pueblos; ciñe coronas a
su familia y a sus soldados, despacha rápido sus monumentos, sus leyes, sus
victorias. Inclinado sobre el mundo, derriba con una mano a los reyes y con la
otra abate al gigante revolucionario, pero al aplastar la anarquía, ahoga la
libertad y termina por perder la suya en su ultimo campo de batalla.
… La republica de Washington subsiste, el
Imperio de Bonaparte ha sido abolido. Washington y Bonaparte salieron del seno
de la democracia: nacidos ambos de la libertad, el primero le fue fiel, el
segundo la traicionó.
Washington ha sido el representante de las
ideas, de las luces, de las opiniones de su época, ha secundado en vez de
contrariar el impulso de los espiritus, ha querido lo que debía querer, la cosa
misma para lo que era llamado: de ahí la coherencia y lo perpetuo de su obra.
Bonaparte podía enriquecer igualmente el
dominio común… ¡cual sería el rango que ocuparía,…, si hubiera nombrado a la
libertad legataria universal de su gloria!
Pero este gigante no vinculaba en absoluto
su destino al de sus contemporáneos; su genio pertenecía a la edad moderna, su
ambición era propia de los tiempos antiguos.“